En el transcurso de esta semana, relatan los desplazados, los gatilleros mataron, incendiaron casas y negocios, violaron a mujeres y obligaron a medio pueblo indígena chol a huir
Mariana Morales / Agencia Reforma
Yajalón, México.- Pobladores de Tila narraron los «días de infierno» que vivieron por la incursión de sicarios en la comunidad ubicada al norte de Chiapas.
En el transcurso de esta semana, relatan los desplazados, los gatilleros mataron, incendiaron casas y negocios, violaron a mujeres y obligaron a medio pueblo indígena chol a huir.
«Pido ayuda, fue un infierno lo que vivimos», dice una madre joven, cuyo marido se quedó cuidando en Tila la casa que construyeron juntos.
Ella es una de las miles de personas que, según las autoridades, se refugiaron en Yajalón y otras comunidades.
Camionetas con pistoleros a bordo marchaban una tras otra en Tila, durante los primeros días de violencia. «Como para mostrar poder», dice una pobladora ahora desplazada.
Antes de que ingresara el Ejército y la Guardia Nacional, las personas se escondieron en casas, en cuevas o en el monte.
«Estábamos escondidos bajo la cama cuando llegó el Ejército, y salimos rápido, no sé de dónde salió tanta gente, pero pasaron carros y como pudimos nos trepamos (a los vehículos)», cuenta María.
«Dormimos en la azotea de la casa varias personas, porque creíamos que por ahí nos podían llegar a rescatar», dice una joven que llegó ayer en la tarde al albergue, en compañía de sus dos perritos.
A plena luz del día, los hombres armados habían tomado las bocinas del pueblo y voceado para que los jóvenes se presentaran para unirse a las actividades criminales.
«Al escuchar esto, con mi hijo de 16 años, nos fuimos atrás de la casa, y nos aventamos desde la barda para huir y escondernos en otra casa, por el miedo a que se llevaran a mi muchacho», dijo uno de los pobladores.
Algunos de los encapuchados llevaban en la cintura radios de comunicación en los que recibían los nombres de las personas a las que debían asesinar, acusaron desplazados de Tila, municipio ubicado a unos 230 kilómetros de distancia de Tuxtla Gutiérrez.
«Dijeron mi nombre, yo lo escuché, lo dijeron en la radio de comunicación que yo tengo para oír lo que dicen», agrega otra persona desplazada.
Al cabo de varias horas, muchos de los pobladores ahora desplazados que hablaron con Grupo REFORMA narraron que estuvieron en cautiverio, incluso en una casa había hasta con cuatro familias. Hubo quien contó que se escondió en una cueva que encontró a su paso.
«En silencio, así estuvimos por dos días, acurrucados frente a un botellón de agua; ya teníamos hambre, pero nos daba miedo salir por comida, nos agarramos de las manos, y les dije si nos matan, así nos van a encontrar agarraditos de las manos.
Nadie de esta cancha de futbol rápido convertida en albergue quiere volver a Tila bajo las condiciones de lo que parecer ser narcoviolencia.
El desplazamiento inició desde la semana pasada y hasta ayer siguieron llegando víctimas.
Mary es una de ellas, una corazonada le dijo que desde los primeros días de violencia bañara a sus dos perritos para que cuando dejaran el pueblo los animalitos fueran limpios.
A este albergue, ubicado a media hora de distancia de Tila, no sólo llega ropa, también víveres y alimentos para perros.
Dicen los médicos que atienden a los desplazados que la mayoría de los pobladores de Tila padece crisis nerviosa, ansiedad, tristeza, diarreas y enfermedades respiratorias.
La presidenta del DIF, Erika Utrilla Constantino, dijo que en este lugar hay al menos mil 500 mil personas, mientras que en el Cedeco también se abrió un refugio en el que hay unos dos mil 500 desplazados.
«También la iglesia de Santiago Apóstol tiene un albergue y personas de buen corazón traen víveres para poder apoyar», señala un voluntario.
Todos se desplazaron y el pueblo está en silencio.
Aunque no hay un número oficial de cuántas personas dejaron Tila, de los 15 mil habitantes en el pueblo, en Petalcingo, a 15 minutos de distancia, se juntó otro grupo de víctimas. La explanada está resguardada por elementos del Ejército.
‘La vida vale más que lo material’
Pobladores que escaparon afirman que salieron de ese municipio como pudieron, algunos por el monte y otros en vehículos que los trajeron hasta Yajalón.
«Estaba escondida, en mi caso salí hoy (ayer) con mis dos perritos, ya no podía vivir sin agua, sin luz», dice una de las víctimas.
«Caminé hasta la entrada del pueblo; ahí, muriendo de hambre esperando dos horas, vimos cómo gente bajaba de un cerro para escapar, y refugiarse aquí en Yajalón. La vida vale más que lo material, pero lo principal salvar a nuestros animalitos, aquí están todos mugrosos también él (su mascota) salvó su vida. Un carro particular llegó por nosotros».
Otros de los desplazados, quienes conversaron con Grupo REFORMA, afirman que algunos de sus vecinos se dirigieron al municipio de Sabanilla para resguardarse de la violencia criminal en su pueblo.
«Soy la señora María, acabo de salir con mi hijo en el carro de los militares y vine aquí; algunos (pobladores) escaparon en el monte y de ahí se fueron a Sabanilla (municipio ubicado a una hora y media), donde llegaron con hambre y ahora están en una iglesia», indica otra de las víctimas.
«Yo esperé el día (viernes) que el Ejército iba a entrar y cuando entraron, detrás de ellos, me fui, yo en mi carro, para sacar a mi mamá que es maestra jubilada, a ella le incendiaron dos casas», denuncia un joven.
«Hay gente en Unión Juárez, en Chilunchico, en Misijá, que corrieron a esconderse y están atrapadas en las iglesias cristianas y católicas de Tila, es necesario que puedan llevar estos alimentos», dijo desde el parque central Domingo, un poblador de Yajalón que junto a otras personas recolecta víveres y algunas monedas.